dijous, 25 d’octubre del 2012

Sentirse Vivo: Parte I

"Todos saben que algun dia el amor se apagará, la llama desaparecerá o sencillamente se irá. Pero hay una pareja que no lo ve así, de esta manera, ellos creen que su llama durará para siempre".

La boda fue un gran existo, Los invitados comieron, bebieron, se divirtieron. Todo iba según lo previsto. Los recién casados disfrutaron de su día, ese día tan importante que es el del matrimonio, que dos personas se unen para ser más fuertes y más fieles en la vida.
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Como todos sabéis una cerimonia tan apreciada como la del matrimonio, lo tienes que hacer con una persona que sepas que te quiere, que quieras estar toda tu vida junto a ella, decirle cada mañana que la quieres, acariciarla, acurrucarse y charlar junto a la ximenea. Son esas pequeñas cosas que se hacen tan especiales con esas personas queridas. Supongo que hay que ser fieles al matrimonio, estar contentos y luchar día a día para que la llama no se apague. Si bien es cierto, no hay mucha diferencia estar viviendo con alguien que sabes que te quiere, a estar casado con ella, pero si que es verdad que cuando lo estás, de casado, es todo más íntimo.
[...]

La luz de la luna, iluminaba el escenario donde los músicos tocaban música alegre, mientras que la gente bailaba y reía. Los recién casados empezaron a bailar en medio de la pista. Una música lenta y romántica los acompañaba, y un ruido de copas se oía de lejos. Un ruido de copas muy especial, eso significa que la gente quiere que se besen. Lo hicieron. Jake y Betty, se besaron, mientras que las copas no paravan de sonar y los más jovenes de gritar.
Dicen que en las bodas se liga mucho, pero yo nunca he experimentado nada, ni remotamente parecido. Pero en esa boda así fue. Betty trajo a su mejor amigo, que se conocían de la facultad de medicina, donde estudiaban juntos. Y Jake trajo a su mejor amiga, sus padres eran amigos y se conocían desde pequeños.
Venían solos, no tenían con nadie en el cuál hablar, pero a lo tarde de la noche se encontraron, en rincón de esa maravillosa masía. Un paisaje inospito la rodeaba, lejos de la ciudad, lejos de todo, solo se encontraban ellos dos y los demás. Adam se apoyó en la pared y cuando apareció Mery, estaba mirando la luna. Esa noche era luna llena. Mery le susurró al oído:
-¿Te apetece una copa, caballero?
-Con mucho gusto, mi señorita.-contestó Adam.

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